A lo largo de mi experiencia adentrándome en la literatura libertina del siglo XVIII he sentido que he caído en un cuadro de Fragonard, especifico Fragonard porque me parece el más adecuado, en el caso de Boucher seria un poco más atrevido y normalmente la literatura libertina suele esconder más lo que pretende.
El ambiente Hedonista y lúdico expuesto en las líneas de los textos libertinos, la representación de las carnes y texturas, son mostradas y aplicadas de manera similar, a las pinceladas del rococó.
Este Cuadro que presento aquí, llamado “El Columpio” (1767) del magnífico Fragonard me transporto al cuento libertino “No hay mañana” (o viceversa), el paisaje frondoso como fondo, la belleza de los colores y texturas, recuerdan a aquel paisaje en donde los “enamorados” conversaban y se entregaban a la pasión, ese espacio con aire de paraíso griego. La Madame con sus respectivos gestos de coquetería lúdica, que deja caer su zapato sobre los pretendientes que sucumben ante sus encantos. La pincelada abocetada, permite relajar al espectador y lector abandonándolos en la simple escena.
Sin lugar a duda la influencia que ejerce el uno al otro, sobresale, o así lo he visto yo, no solo porque sus desarrollos se encuentran en el siglo XVIII sino también por la preocupación de ambos por lo estético y su delicadeza al presentarlo.
domingo, 10 de junio de 2012
La moral y literatura libertina, el libertino y el lector
La literatura libertina que hemos leído a lo largo del curso, nos ha mostrado un mundo aristócrata, de voluptuosidad, y de tiempo ocioso que es consagrado a la satisfacción de los placeres.
Todos los textos, salvo No hay mañana, tienen otro punto en común, la moral; éste será el elemento que ocupará las líneas de este articulo.
En El silfo, el autor al “sublimar la forma de mostrar lo prohibido” mediante el recurso de lo onírico, realiza un juicio de valor dirigido a la moral, es decir, el autor está dando a conocer lo moralmente correcto e incorrecto.
En El sofá Amanzei cuenta al sultán eventos por él presenciados, cuando era un sofá y pertenecía a mujeres de poca moral, según lo que en el texto se puede observar “se imaginó que las reflexiones para las cuales la había dejado tiempo, la había curado de la manía de ser infiel, y los amantes volvieron por fin” en este texto se critica los actos de infidelidad de las mujeres para con sus maridos, y de ello podemos obtener lo que es moralmente correcto y lo que no lo es.
La filosofía del tocador de Sade, propone, mediante sus personajes, una moral inversa a la que rige en la sociedad. En la novela, se invita a Dolmance para que eduque en esta otra moral a Eugenia "resumamos, para vuestra educación, el único consejo que se
pueda extraer de todo lo que acaba de decirse: nunca escuche a su
corazón; es el guía más falso que hayamos recibido de la naturaleza;
ciérrelo con gran cuidado a los lamentos falaces del infortunio; más
vale negarle a aquél que verdaderamente necesita, que correr el riesgo
de darle algo a un perverso, a un intrigante o a un arribista: lo
primero ocasiona muy leves consecuencias, lo segundo el más grave
inconveniente.." Los personajes son maestros y aprendices. El que esté fuera de esta moral que se quiere implantar es inmoral por defecto. En este texto encontramos un enfrentamiento contra la moral establecida.
En la novela de Chordelos de Laclos, Las Relaciones Peligrosas, del desenlace de los hechos se puede obtener una reflexión sobre lo moralmente correcto, si bien no es lo más importante, es necesario llamar la atención sobre el asunto, puesto que es el elemento que, como dije, ocupa estas líneas. La Marquesa de Merteuil, termina desenmascarada y exilada de su tierra, y el Vizconde de Valmont acaba muerto. Ambos libertinos, y ejecutores de un plan que los “llevaría” a satisfacer sus placeres, pero que termina llevandolos por un camino adverso que acaba con ellos.
Se puede afirmar que No hay mañana es la obra más libertina, puesto que es la mas vacía, cuenta una historia que no contiene conflicto, no propone una moraleja, está hecha solo para entretener, para satisfacer el gusto por la lectura. Refleja el ocio y el lujo de la aristocracia (el libertino y el lector) que se entrega a satisfacer sus deseos.
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