miércoles, 7 de septiembre de 2011

El iluminado siglo XVIII se caracterizó por dar  orden, a través de la razón, a la inaprehensible naturaleza externa e interna del hombre. La mathesis universalis permitía dar una explicación lógica a las interrogantes y una clasificación de las respuestas que, a su vez, propiciaran una constate e incansable búsqueda del saber para que el ser humano lograse su felicidad intelectual y su bienestar material. El llamado siglo de la luces trató de encerrar el mundo mediante la razón todopoderosa. El correcto uso de la misma ofrece a los humanos la autonomía necesaria para desarrollarse intelectualmente. La libertad es principio y el fin último de todo el  pensamiento y quehacer  dieciochesco.
Como vástagos de esas ideas universales, surge la figura del libertin y el discurso donde se “performatiza” la organización del placer. La novela libertina trama las estrategias- demasiado lógicas- que permiten alcanzar menos el disfrute de los bajos instintos, como el modo y forma en que se consiguen. La seducción se convierte en un producto estético y convierte la literatura no sólo en divertimento, sino en la mejor forma de mostrar lo lúdico de la razón o la razón como juego.
Acercarnos a las obras de Voltaire, Crebillon fils, Sade, Chordelos de Laclos, entre otros, nos permitirá conocer las formas del cómo se construye el imaginario del deseo o, parafraseando a Goethe, del cómo la razón produce morbo.

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