lunes, 31 de octubre de 2011

Mecánica de las sensaciones y la metafísica experimental del alma
No se puede entender la Novela libertina sin el auge del materialismo que irrumpe en el pensamiento francés desde el siglo XVII y adquiere forma en los gustos y la moral del siglo XVIII. Según el filósofo Michel Onfray  en su libro Los ultras de la Luces (2010) el materialismo es uno de los rasgos más resaltantes de los filósofos radicales, conjuntamente con el ateísmo, el hedonismo y el ideal revolucionario.  La razón natural del presbítero Jean Meslier, El hombre máquina y el arte de gozar de La Mettrie y el utilitarismo de Maupertuis, Helvecio y D’Holbach van a construir un discurso que podemos resumir en los siguientes enunciados: Dios no existe cuando se pasa por el crisol de la razón. Por tanto, no dependemos de  la providencia[1]sino de causas materiales o mecánica de las partículas, lo que elimina el libre albedrío. De esta forma el placer y el dolor son los movimientos naturales que conducen nuestras acciones. De ahí que se debe reivindicar los placeres, la voluptuosidad, la felicidad: “el cuerpo convertido en máquina se alimenta de energía jubilosa: démosela sin complejos”. Bajo las licencias que le da la inmaterialidad de la escritura, el materialista Silfo advierte “Sus perpetuas proclamas contra los placeres demuestran menos el odio que sienten al verse privadas de ellos por una vanidad mal entendida (110 p)
Uno de los “ultras” materialistas más populares, y en consecuencia perseguido, fue Julie Offrey de La Mettrie. Cuenta que revisando los delirios producidos por las heridas de guerra descubre que las imágenes del alma son consecuencia de los síntomas del cuerpo. Irónicamente, la ensoñación lo llevó a reafirmar la materialidad de las cosas.
Para La Mettrie, el filósofo es aquel que desecha los prejuicios y busca la verdad. El médico es el mejor filósofo porque utiliza la observación como método epistemológico. El “ultra” de Saint-Malo empieza su escrito dividiendo el pensamiento entre los materialistas y espiritualistas. Estos últimos consideran que alma es una sustancia diferente a la materia que además se organiza gracias a un poder metafísico, llámese Dios o razón o la razón de Dios. Los primeros, por el contrario, utilizan la experiencia para darse cuenta que la verdad está en la naturaleza: “sólo a posteriori, o tratando de desenmarañar el alma como a través de los órganos del cuerpo se puede, si no descubrir con evidencia la naturaleza misma del hombre, sí, al menos, alcanzar el mayor grado de probabilidad posibilidad sobre este tema”(p 50)
Siguiendo las ideas newtonianas, el hombre, entonces
[…]es una máquina que monta ella misma sus resortes: viva imagen del movimiento perpetuo. Los alimentos mantienen lo que la fiebre excita. Sin ellos el alma languidece, se enfurece y muere abatida. Es una vela cuya luz se reanima en el momento de apagarse. Pero alimentad el cuerpo, verted en sus tubos jugos vigorosos, licores fuertes: entonces, el alma, generosa como ellos, se arma de un orgulloso coraje, corre hacia la muerte alegremente al toque de los tambores […](p.55)
Esta cita nos demuestra que el hombre no se diferencia  físicamente de los animales. La diferencia fundamental está en el lenguaje y la imaginación. Ambos dones son producto de la materialidad de otro órgano: el cerebro. Más desarrollado en los humanos. La Mattrie realiza una breve taxonomía a partir de los animales que más se acercan a los hombres. Estos se mueven como los animales para satisfacer su cuerpo. La materia lo determina culturalmente. La educación los prepara mejor o peor para satisfacer sus necesidades y alejarse del displacer. Dice el médico de Federico II, “No limitemos los recursos de la naturaleza; son infinitos, sobre todo cuando se les ayuda con gran arte”: La educación nos da la organización necesaria para entender nuestra naturaleza y generar su alimento. La naturaleza nos ha formado para ser felices. Nadie es malo por naturaleza, el hombre como los animales buscan su beneficio y por eso se conservan unos con otros.
La virtud está subordinada a la materia. Ser feliz es buscar el placer porque la existencia nos somete a una temporalidad del nacer y el morir. No hay más allá que la propia voluptuosidad del instante en que nos placemos.





[1] Según el Diccionario de religiones de Royston Pike (1951) “la providencia es la protección y cuidado que Dios ejerce sobre todas sus criaturas, a veces, la palabra designa a Dios mismo”

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