lunes, 7 de noviembre de 2011

De seductor a seducido.

No es sólo el hombre quien posee la facultad de seducir; también la dama conoce y sabe cómo y en qué momento hacer uso de sus dotes seductoras. La mujer puede iniciar un juego de seducción que hará que el libertino se vea inmediatamente tentado a continuar y finalizar. Aquí reside una de las grandes facultades de la dama: ella puede insinuar sus intenciones sin necesidad de palabra, iniciar el juego pero nunca finalizarlo, obligando así al libertino, si se ha captado su interés, a correr tras ella, alimentar la llama que ya ha sido iniciada, aplacar las exigencias del cuerpo.

Sin embargo, la mujer puede también convertir al seductor en seducido; al cazador en presa; al maestro en alumno. El hombre ante la mujer puede pasar a ser víctima de su propio juego. La dama hace uso de todas sus dotes como seductora y encarcela al libertino en la celda que él mismo ha forjado, convirtiéndose en su esclavo, a merced de lo que su nueva ama desee. Esta situación se puede apreciar en la tormentosa relación que por corto lapso mantienen Temidoro y Rozette, antecedente de la relación que más adelante inmortalizaría Proust con Swann y Odette.

En la novela de d’Aucour, Rozette es quien maneja a su antojo la relación que mantienen ella y el lujurioso joven Temidoro, llegando incluso a poner en peligro su posición dentro de la sociedad y su situación económica. Rozette se convierte en la libertina por excelencia. Hace uso de todas sus facultades para mantener a Temidoro como su esclavo. Tan fuerte es la influencia que llega a tener Rozette sobre Temidoro y el deseo de este siente hacia ella, que arriesga su posición y la de su padre con tal de vengarse de quien le puso la trampa y, finalmente, salvar a Rozette de encarcelamiento en que ha caído.

Por descontado, el materialismo se encuentra presente, como una sombra invisible que maneja a cada uno de los personajes a su antojo y los obliga a caer continuamente en tentación. A lo largo de la novela hay un desfile de prendas de vestir, bebidas, comidas, muebles, accesorios, lugares, que incitan a los personajes a dejarse guiar por los placeres que reclama el cuerpo, a intentar aplacar sus insaciables deseos.

3 comentarios:

  1. Es llamativa la relación que estableces con la obra de Proust. Me gustaría que desarrolles más este intertexto.

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  2. La heptalogía En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, está plagada de relaciones tormentosas. Esto no es una casualidad. Dejando de lado un poco la propia vida de Proust, tan importante en su obra, fijaremos nuestra atención en las lecturas del autor, otro aspecto que influyó notablemente su obra. Es sabido que Proust era un gran lector de novelas libertinas y es de estas lecturas de donde finalmente extrae estas relaciones tormentosas que se convierten en tema recurrente a lo largo de la novela.
    Los ejemplos de esto abundan: Swann-Odette, Marcel-Giberte, Marcel-Albertine, El barón de Charlus-Morel; mas centraremos nuestra atención en la primera de estas, es decir, la pareja formada por dos de los principales personajes de Por el camino de Swann, Swann y Odette.
    Swann es un burgués bien posicionado dentro de la sociedad francesa de finales del siglo XIX, que mantiene relaciones mundanas con lo más importantes aristócratas del momento. Esta condición le permite formar parte del grupo o el llamado “cogollito” de los nuevos aristócratas: los Verdurin. Esta familia, infectada de esnobismo, cuenta entre las personas que forman su manipulado grupo a una mujer de importante posición social: Odette de Crécy. Swann, hombre de notable éxito entre las mujeres, al ser presentado a Odette
    Pareció a Swann, no fea, pero de un género de belleza que nada le decía, que no le inspiraba el menor deseo, que llegaba a causarle una especie de repulsión física; una de esas mujeres como las que tiene todo el mundo, diferentes para cada cual y que son todo lo contrario de lo que demanda nuestra sensualidad. (Por el camino de Swann, pág 242).
    Sin embargo, Swann inicia relaciones con Odette, aunque no sin mantener relaciones análogas con una criada a la que veía momentos antes de ir a reunirse con Odette. Pero con el pasar del tiempo, Swann se enamora perdidamente de Odette, siendo así que hasta se olvida de la criada. Sus amores se inician con el famoso episodio de las catleyas, episodio de alto contenido sexual, aunque no explícito, muy bien disimulado por medio de una gran cantidad de metáforas (pero, ¿no es así como elaboran su discurso los escritores libertinos?) como es característico en Proust. Odette, amante de las catleyas y los crisantemos, solía llevar prendida al pecho alguna catleya como adorno (¿tendrá esto algo que ver con el materialismo francés tan utilizado por los escritores libertinos?), mas en una ocasión, mientras Swann y ella estaban en el carruaje, la catleya se movió y estuvo a punto de desprenderse por completo del pecho de Odette, y Swann, tímido como era con Odette, pidió, muy respetuosamente, le permitiera arreglar de nuevo la catleya. Luego de este episodio se inicia el amor de Swann con Odette. Sin embargo, mientras más involucrado se ve Swann con Odette, más tormentosa se vuelve su relación, ya que Swann sospecha que Odette mantiene relaciones análogas con otros hombres, debido a que Odette, como hace Rozette (¡hasta los nombres tienen gran parecido!) con Temidoro, comienza a posponer sus encuentros y a programarlos a su antojo.
    Finalmente, Swann no puede comprobar si sus sospechas son ciertas o infundadas y enceguecido de amor, perdona a Odette por sus supuestas infidelidades y se casa con ella. Más adelante, sin embargo, a medida que transcurre el relato, se da cuenta al lector de que Swann estaba en lo cierto. De hecho, luego de que se casan y tienen a Gilberte, Swann deja de sentir el amor que antes lo embargaba por Odette y finalmente, muere producto de una enfermedad que lo acompañó durante los últimos años de su vida.

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