Cuando iniciamos el estudio de la literatura libertina, comienza a notarse con claridad ese juego llamado seducción, en el que sin duda hay que valerse de estrategias, y en este caso el libertino (el seductor) debe valerse del diálogo para lograr su cometido.
(…) “El que quiere aspirar a este objeto por el verdadero camino, debe desde su juventud comenzar a buscar los cuerpos bellos. Debe además amar a uno solo, y en él engendrar y producir bellos discursos” (…)
Es menester comprender al libertino no sólo como un individuo sensual, sino también como un intelectual, un estratega que derrota y vence mediante la palabra.
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