jueves, 10 de noviembre de 2011

Un estratega sensual.

Cuando iniciamos el estudio de la literatura libertina, comienza a notarse con claridad ese juego llamado seducción, en el que sin duda hay que valerse de estrategias, y en este caso el libertino (el seductor) debe valerse del diálogo para lograr su cometido.

En el texto libertino del Silfo de Crebillon Fils se puede apreciar dicha declaración, cuando a lo largo de la ficción se desarrolla el juego de convencer a Madame S mediante las palabras. El silfo – ser celestial- se presenta como un deseo inevitable, y sobre todo como un ser sabio y precioso, además de hacer de su discurso el mayor de sus adornos, haciéndose invisible este ser deja ver que el seductor no va solo de una apariencia exquisita sino de una retórica que convenciese, incluso, en “El Banquete” de Platón, se le da importancia al recurso discursivo, en una especie escala para llegar a la contemplación de la belleza de la manera más pura:

(…) “El que quiere aspirar a este objeto por el verdadero camino, debe desde su juventud comenzar a buscar los cuerpos bellos. Debe además amar a uno solo, y en él engendrar y producir bellos discursos” (…)

Es menester comprender al libertino no sólo como un individuo sensual, sino también como un intelectual, un estratega que derrota y vence mediante la palabra.

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