lunes, 14 de noviembre de 2011

El erotismo en la novela libertina: apología a Dionisio. Parte II

No se puede hablar de lo erótico sin explicar el mito dionisíaco. Con Dionisio se configura la relación entre religión y eros. Cuenta la leyenda que Selene, encontrándose embrazada, pidió a su amante que le demostrara que realmente era Zeus. Este se lo demuestra, pero la destruye con sus rayos. Antes le extrae el feto y se lo cose en una de sus piernas hasta el final de la gestación. (ver la bacantes). El dios nace y le cuida en la montaña Nisas donde las ninfas nisiádas lo crían. Esta deidad tardía era adorada por los esclavos quienes atendían la agricultura. Por eso su relación con el trabajo y con la servidumbre. Lo dionisíaco, entonces, están emparentado con lo inculto y la pobreza.
Según George Bataille (1970), el trabajo fue importante para entender las nuevas forma de religiosidad y el quehacer con el cuerpo. Al industrializarse la riqueza, que antes provenía del botín de la guerra de los señores, se democratizó las costumbres. (Ver eros pandemos). El culto a Dionisio es la entrada al desorden que representaba estas nuevas clase productivas y una forma irónica contra la apolínea y prohibitiva forma del aristócrata, caracterizada por lo institucional y la estabilidad. El matrimonio y la prostitución eran formas estables de legitimar el uso del cuerpo:
[…]la práctica dionisíaca fue violentamente religiosa, fue un movimiento de exaltación, un movimiento de desenfreno… Esencialmente el culto a Dionisio fue trágico. Al mismo tiempo, fue erótico, fue un desorden delirante, pero sabemos que en la medida en que fue erótico fue trágico. En primer lugar fue trágico, y es un horror trágico que el erotismo termina por hacerlo entrar […] (p 46)
Fue trágico porque todo erotismo nace de la prohibición y toda prohibición es esencialmente sagrada: religiosa. Lo religioso excluye lo racional y pones reglas donde la razón no puede entrar. De ahí que el panteón griego se vea subvertido por un dios que propicia el frenesí y la transgresión. Apolo y Artemisa representaban una pureza y un ideal asexuado que regía los modos de ser hacer de la clase dominante. Dionisio, por el contrario se construye desde el espacio delo que no se debe. Naciendo así la tensión, el ditirambo o doble puerta. “Esta es la esencia de la religión oponer, a los otros, actos culpables, precisamente actos prohibidos”(p 48)
“la prohibición da su valor propio a lo que prohíbe. Muchas veces, en el preciso instante de comprender la intención de separación, me pregunto si por el contario, no he sido disimuladamente provocado.
La prohibición da un sentido que en sí misma la acción prohibida no tenía. Lo prohibido compromete la transgresión, sin la cual la acción no tendría el resplandor de la maldad que seduce…es la transgresión de lo prohibido lo que hechiza…
Pero este resplandor no es sólo el que se desprende del erotismo. También esclarece la vida religiosa, cuando entra en acción la violencia total, en el instante cuando la muerte abre la garganta- y termina la vida- de la víctima.
     ¡Sagrado! (p47)

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