La seducción
cuando abandona el terreno pasional, que el cristianismo llama dulcemente amor,
se torna un juego de estrategia en el cual predomina el carácter racional, lo apolíneo.
La idea de que el amor tiene dos caras está expuesta por Pausanias en el
Banquete de Platón, lo interesante sin embargo, es que afirma que la categoría
más elevada de Eros corresponde precisamente a la que está despojada de
sentimentalismos pasionales. El verdadero amor es entonces, aquel que permite
explotar los límites racionales de las pasiones humanas.
De la misma
manera que la economía establece planes de acción para controlar los comportamientos irracionales del consumidor,
la seducción principia por disfrazar y esconder tras el velo del amor, un
decálogo de acciones que finalmente controlarán al amado/consumidor. En la Edad
Media a esta estrategia terminó por dársele el nombre de amor cortés, toda una
serie de preceptos que dirigían el juego
de seducción.
En tal
sentido, el mundo medieval parece como siempre mucho más claro de lo que
pensamos, la idea de que el amor es sólo un compendio de acciones y
características aristocráticas está mucho más próximo a la racionalidad de lo
que pudiera pensarse. En primera instancia, el amor no es para todos, el amor
verdadero es sólo un estadio que pueden alcanzar los más altos nobles de las
cortes europeas, el resto de los mortales son sujetos que sucumben a los
instintos animales y que sólo sirven para dar continuidad a la reproducción
humana. Por otro lado, la idea de que el amor no aparece mágicamente, como
tanto ha querido hacer ver el cristianismo, sino que es el producto de una
serie de acciones nobles de grandes gestos sólo nos recuerda que se trata de un
acto racional, la Edad Media en ese sentido era netamente apolínea.
La idea
moderna del amor mágico, ha tergiversado la concepción platónica de almas
gemelas, no se trata sólo de almas que se encuentran de nuevo en este mundo
defectuoso, se trata de encontrar empatías en un juego de estrategias en el que
se reconoce a su par, no por una mirada mágica, sino porque a través del
diálogo, que es el más racional de los instrumentos de seducción.
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