lunes, 28 de noviembre de 2011
lunes, 21 de noviembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Pecando de gula
lunes, 14 de noviembre de 2011
esos medievales apolíneos
El erotismo en la novela libertina: apología a Dionisio. Parte II
domingo, 13 de noviembre de 2011
Moda y conquista en el siglo XVIII
La conquista en el momento, era vista como un juego exquisito que podía ser logrado de mil y un formas diferentes. Engaños mediante palabras, y seducción por medio de miradas, son solo dos de las muchas cartas que tenian guardadas bajo la manga los libertinos del momento. La moda, especialmente en el caso de la mujer, era el medio principal utilizado para resaltar su sexualidad y probar un poco de ese fin dionisíaco.
Los trajes de Maria Antonieta de Austria, reina francesa en el siglo XVII, eran los que reflejaban la moda y el modelo a seguir por la aristocracia del momento. Moda de vestidos coloridos, apretados en la cintura y pecho, y con una ancha falda en forma de campana. La parte de arriba, incluye el corsé, el cual marca las curvas femeninas, y el escote, que generalmente aprieta y hace resaltar los pechos de la mujer para atraer en cuestión de instantes la mirada masculina. Esa parte superior, podríamos deducir que es la parte femenina que seduce a los hombres y los incita a descubrir el deseo que se encuentra bajo su falda. Una falda agrandada y robusta que esconde no solo el placer físico y pasional, sino el deseo de inmortalidad que se mantiene con el linaje.
Esto vuelve al hombre un animal de caza, que asecha, persigue y busca estrategias apolíneas para lograr su objetivo inmoral.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Un estratega sensual.
Es menester comprender al libertino no sólo como un individuo sensual, sino también como un intelectual, un estratega que derrota y vence mediante la palabra.
lunes, 7 de noviembre de 2011
De seductor a seducido.
No es sólo el hombre quien posee la facultad de seducir; también la dama conoce y sabe cómo y en qué momento hacer uso de sus dotes seductoras. La mujer puede iniciar un juego de seducción que hará que el libertino se vea inmediatamente tentado a continuar y finalizar. Aquí reside una de las grandes facultades de la dama: ella puede insinuar sus intenciones sin necesidad de palabra, iniciar el juego pero nunca finalizarlo, obligando así al libertino, si se ha captado su interés, a correr tras ella, alimentar la llama que ya ha sido iniciada, aplacar las exigencias del cuerpo.
Sin embargo, la mujer puede también convertir al seductor en seducido; al cazador en presa; al maestro en alumno. El hombre ante la mujer puede pasar a ser víctima de su propio juego. La dama hace uso de todas sus dotes como seductora y encarcela al libertino en la celda que él mismo ha forjado, convirtiéndose en su esclavo, a merced de lo que su nueva ama desee. Esta situación se puede apreciar en la tormentosa relación que por corto lapso mantienen Temidoro y Rozette, antecedente de la relación que más adelante inmortalizaría Proust con Swann y Odette.
En la novela de d’Aucour, Rozette es quien maneja a su antojo la relación que mantienen ella y el lujurioso joven Temidoro, llegando incluso a poner en peligro su posición dentro de la sociedad y su situación económica. Rozette se convierte en la libertina por excelencia. Hace uso de todas sus facultades para mantener a Temidoro como su esclavo. Tan fuerte es la influencia que llega a tener Rozette sobre Temidoro y el deseo de este siente hacia ella, que arriesga su posición y la de su padre con tal de vengarse de quien le puso la trampa y, finalmente, salvar a Rozette de encarcelamiento en que ha caído.
Por descontado, el materialismo se encuentra presente, como una sombra invisible que maneja a cada uno de los personajes a su antojo y los obliga a caer continuamente en tentación. A lo largo de la novela hay un desfile de prendas de vestir, bebidas, comidas, muebles, accesorios, lugares, que incitan a los personajes a dejarse guiar por los placeres que reclama el cuerpo, a intentar aplacar sus insaciables deseos.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Retrato social
Si bien El silfo es un texto sencillo, sobrio, que se puede decir que plasma en sus líneas un arts amandi. Es importante llamar la atención sobre un elemento que se encuentran en el texto y que puede pasar desapercibido: El autor utiliza el recurso de lo onírico para retratar su sociedad. El cuento de lo ocurrido con el silfo comienza con la mujer leyendo en su cama, y termina con la irrupción de la criada en la habitación espantando al silfo -sacando a la mujer de su sueño- para Freud los sueños son espacios donde se pueden encontrar elementos del inconsciente, ya que cuando las personas duermen bajan la guardia del consiente, y este deja filtrar a cuenta gotas elementos reprimidos y almacenados en el inconsciente. Esto es importante por la analogía que guarda con la institución social del siglo XVIII, quienes censuraban la novela libertina y todo comportamiento fuera de los parámetros moralmente impuestos, aun así la novela libertina se seguía publicando. La aristocracia que en esta época era quien imponía todos los preceptos sociales, paradójicamente transgredia toda esta represión de manera velada.
lunes, 31 de octubre de 2011
Dos mujeres y un seductor.
El hombre dieciochesco, o mejor sería decir, el amante dieciochesco entendía que había dos mujeres en cada mujer: una es la dama de sociedad, la que está cargada de de virtuosismo, la indiferente a los halagos de los hombres y a los placeres del cuerpo; la otra es la que se deja llevar por sus inclinaciones, la que cede (aunque no con excesiva facilidad) a los encantos del amante, la que invierte sus horas libres en dejarse fascinar, frente a la comodidad de su almohada y la calidez de su cama, por los hechizos de la novela libertina.
Conocedor de estas dos mujeres, el libertino emprende, con plena confianza en sí mismo, el camino de la seducción. Sabedor de que tiene el éxito asegurado, la seducción se convierte en un juego para él; no cae en la desesperación, por el contrario, goza con los impedimentos que la dama le vaya colocando en el camino; estos obstáculos aumentan su interés, hacen que se tarea se convierta en arduo trabajo, pero logran que su placer sea mayor al obtener la anhelada recompensa.
La mujer (la mujer inteligente), por su parte, le va poniendo constantes trabas al seductor, pero no con el propósito de ahuyentarlo, sino con el fin de mantener el interés por el virtuosismo (novedad) que implica la seducción. La mujer desea ser seducida aunque finja lo contrario; en su corazón hay una lucha por huir y dejarse llevar, pero triunfa la inclinación a saciar sus placeres; sabe que hay peligros y, sin embargo, se deja llevar por la llama que enciende su corazón, dejándolos de lado y restándole importancia a sus posibles consecuencias.
Rennyer González.